Después de la victoria obtenida en la Alhóndiga de Granaditas, Hidalgo salió de Guanajuato el 10 de octubre de 1810 rumbo a Valladolid, actual Morelia en Michoacán.
Manuel Abad y Queipo, el obispo que había excomulgado a Hidalgo después de la Batalla de la Alhóndiga de Granaditas, salió de Valladolid y se refugio en la capital.
En el camino, los insurgentes sorprendieron a los refuerzos realistas que marchaban camino a la ciudad para defenderla. Ante este hecho el gobernador de Valladolid prefirió negociar con los insurgentes y se acordó que entregaría la plaza de manera pacífica a cambio de garantizar que no se repetirían los desmanes ocurridos en Guanajuato.
El 17 de octubre de 1810, el ejército insurgente entró a la ciudad de manera pacífica. Hidalgo nombró a José María Anzorena como intendente.
Hidalgo promulgó un decreto que abolía la esclavitud y el pago de tributos. Estas medidas estimularon el reclutamiento en el bando insurgente, seguía siendo un ejército formado, en su mayoría, por individuos sin preparación militar e indisciplinado, pero muy numeroso.
Hidalgo pensó que un ejército tan nutrido, se estima que en este momento alcanzaba los 80 mil hombres, sería capaz de tomar la capital. Allende, fiel a su formación militar, se opuso, pero Hidalgo determinó marchar hacia la capital.