Selección de frases célebres cortas de Francisco de Quevedo.
- La misma tristeza inventa por sí misma muchos motivos de sentimiento.
- Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.
- El amor es la última filosofía de la tierra y del cielo.
- No hay verdadero amor donde hay alguna sospecha.
- Poderoso caballero es don dinero.
- Dijo la rana al mosquito desde una tinaja: más quiero morir en el vino que vivir en el agua.
- Vive para ti solo si pudieres, pues sólo para ti, si mueres, mueres.
- De todas las desventuras, ninguna es mayor que la falta de alegría.
- El que quiera en esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos en su vida.
- El avaro visita su tesoro por traerle a la memoria que es su dueño, carcelero de su moneda.
- Lo que en la juventud se aprende, toda la vida dura.
- Virtud envidiada es dos veces virtud.
- El consejo del escarmiento las más de las veces llega tarde.
- Muchos vencimientos han ocasionado la consideración, y muchas victorias ha dado la temeridad.
- El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar.
- Quien deja vivo al ofendido, ha de temer siempre a la venganza.
- Aquel hombre que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra.
- No es sabio el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca.
- El temor empieza toda sabiduría, y quien no tiene temor, no puede saber.
- No vive el que no vive seguro.
- Las palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una.
- No hay amor sin temor de ofender o perder lo que se ama.
- Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada.
- Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo.
- Ruin arquitecto es la soberbia; los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos.
- Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y de costumbres.
- No es menos ofensiva arma la caricia en las mujeres, que la espada en los hombres.
- El ocio es la pérdida del salario.
- Bien acierta quien sospecha que siempre yerra.
- No hace la codicia que suceda lo que queremos, ni el temor que no suceda lo que recelamos.
- La posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta no se goza.
- Ser tirano no es ser, es dejar de ser y hacer que dejen de ser todos.
- El árbol de la vida es la comunicación con los amigos; el fruto, el descanso y la confianza en ellos.
- Por nuestra codicia lo mucho es poco; por nuestra necesidad lo poco es mucho.
- Los verdaderos grandes son los de ánimo grande.
- Creyendo lo peor, casi siempre se acierta.
- Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla.
- El amigo interesado mira a su amor propio; el verdadero, sólo al bien del amigo.
- El exceso es el veneno de la razón.
- No quieres inmortalidad porque lo dudas, sino porque la temes.
- Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen.
- El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar que le llamen.
- El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien.
- Los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan.
- La paciencia es virtud vencedora. La impaciencia es vicio del demonio.
- Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad.
- La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.
- Debemos huir siempre las ocasiones de peligro, donde el peligro es siempre la honra.
- Los pecados, para aborrecerlos, no es menester más que cometerlos.
- La enfermedad más peligrosa después del doctor, es el testamento: más han muerto porque hicieron testamento, que porque enfermaron.
- Siempre hay quien ponga malos nombres a la virtud, más siempre son los que no merecen conocerla.
- Quien no ama con todos sus cinco sentidos a una mujer hermosa, no estima de la naturaleza su mayor cuidado y su mayor obra.
- La palabra de Dios abre los ojos a los ciegos.
- El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
- Ordinariamente las dichas han venido sin desearse; ordinariamente, las desgracias han sucedido sin temerse.
- Muchos son buenos, si se da crédito a los testigos: pocos, si se toma declaración a sus conciencias.
- Una asno viejo sabe más que un potro.
- El rico come; el pobre se alimenta.
- Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor.
- Menos mal hacen los delicuentes que un mal juez.
- Mejor es que duela el cuerpo, no el alma.
- Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.
- Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hemos llegado.
- No hay cuestión ni pesadumbre que sepa amigo, nadar; todas se ahogan en vino, todas se atascan de pan.
- Bueno para rey el que tiene de rey y de hombre.
- No es filósofo el que sabe donde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca.
- Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga.
- La posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta no se goza.
- Téngase esperanza de lo que se desea y con eso súfrase lo que sucediere.
- Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se ha de mostrar.
- No es dichoso aquél a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada.
- Debemos aborrecer los vicios, no las personas.
- Los dolores vuelven a estado de niño a los hombres.
- Lo mucho se vuelve poco con desear un poco más.
- La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
- No puede amar a otro el que a sí no se ama, ni amarse el que a sí no se conoce.
- Si quieres que te sigan las mujeres, ponte delante.
- Dichoso serás y sabio habrás sido, si cuando la muerte no te quitare sino la vida solamente.
- Nunca el justo se halla solo, porque siempre tiene a Dios presente.
- No se debe mostrar la verdad desnuda, sino en camisa.
- No hay cosa que más avive el amor que el temor de perder al ser amado.
- No hay más honrada venganza que la que no se toma.
- El amor es fe y no ciencia.
- No hay ánimo tan constante a quien la abundancia no traiga algún vicio.
- No hay hombre que no anteponga la satisfacción propia a sus obligaciones.
- La guerra es de por vida en los hombres, porque es guerra la vida, y vivir y militar es una misma cosa.